El coche autónomo es una realidad no tan lejana como algunos piensan. El acuerdo firmado por las compañías Uber y Volvo en 2016 para la fabricación en serie de coches autónomos, acerca una realidad que cualquiera pensaría estar sacada de la película “Regreso al Futuro”.
La idea del coche autónomo no es nueva. Durante décadas, los conductores hemos soñados con modelos increíbles de automóviles que circulan solos por carretera. Quedando todos los ocupantes libres y relajados para conversar tranquilamente entre ellos, leer, jugar, dormir, o incluso trabajar.
Algunos fabricantes como General Motors se atrevieron a pronosticar en la Feria Mundial de Nueva York de 1939, que los coches sin conductor circularían en el año 1960. Aunque este tipo de pronósticos son algo arriesgados, la realidad es que la tecnología y el progreso, hacen posibles lo que en el pasado parecían utopías. Cada vez faltan menos años…
Cuando el mundo está preparado y la tecnología lo permite…
Ahora no se trata de un deseo de progreso y bienestar, el coche autónomo llega apoyado en los avances de la tecnología (GPS, videocámaras, coches eléctricos, redes 5G…), así como en los beneficios que se prevén en términos de seguridad, movilidad y ahorro de combustible.
Los beneficios del coche autónomo
Los vehículos autónomos salvarán muchas vidas, porque reducirán el peso del error humano en los accidentes automovilísticos. Sólo en España, en 2018, se produjeron más de 100.000 accidentes de tráfico en los que murieron casi 1200 personas.
Los vehículos sin conductor aliviarán las congestiones de tráfico que se han convertido en un problema medioambiental y de gestión de recursos. Estos nuevos coches, ayudados por una conducción eficiente (con aceleraciones y frenadas más precisas) y por una mayor conciencia espacial, aumentarán las capacidades de las vías de circulación. Y por extensión, la productividad de las empresas mejoraría en tanto que los trabajadores-conductores optimizarían sus tiempos de desplazamientos.
La contaminación de los vehículos y el ruido del tráfico con los nuevos coches, que poco a poco serían totalmente eléctricos, es otro de los efectos beneficiosos de las entregas de esta movilidad revolucionaria.
Aún más, los vehículos autónomos permitirían que una parte sensible de la sociedad, ancianos, menores de edad, niños y personas con alguna discapacidad, podrían desplazarse con seguridad sin ninguna capacitación para la conducción.
Con el tiempo, estos vehículos también influirán en cómo se aprovechará el territorio y en cómo habrá que remodelarse las ciudades para encajar su impacto positivo. En un mundo no tan lejano, los vehículos trasladarán a los ocupantes a lugares prefijados de las ciudades y saldrán de ellas para auto aparcarse y esperar a recoger a los ocupantes tras una jornada laboral o después de hacer gestiones en el centro. Algo que reduciría también el consumo de combustible.
Con el tiempo, los vehículos autónomos podrían afectar el uso de la tierra y remodelar los entornos urbanos. Dado que los vehículos autónomos podrían dejar pasajeros en centros comerciales y de población y luego estacionarse de forma remota, los estacionamientos del centro podrían convertirse para otros usos.
Perfeccionar la tecnología que hará posible que los automóviles conduzcan por sí solos puede ser la parte más fácil de la tarea. De hecho, los prototipos operativos hace algunos años que circulan. Google, por ejemplo, ha desarrollado y probado ampliamente una flota de vehículos autónomos que han recorrido ya más de un millón de kilómetros sin sufrir un accidente.
Audi, Toyota y Volvo se encuentran entre los fabricantes de automóviles que han conseguido grandes avances en sus programas avanzados de vehículos autónomos.
Algunos Estados y ciudades de los Estados Unidos ya se han apuntado a legislar sobre vehículos autónomos con la finalidad de facilitar las pruebas e introducir servicios de transporte locales sin conductor. Y varias grandes empresas americanas y europeas han visto circular taxis y vehículos de apoyo totalmente autónomos. Ahora como propuestas de demostraciones, en las siguientes ediciones, los propios participantes llegarán en sus propios vehículos. Sólo hay que esperar un poco para verlo.
Un obstáculo clave para el desarrollo definitivo de este tipo de movilidad autónoma pasa por encontrar una programación y legislación correcta que garantice su futuro. Una solución que defina qué modelo de negocio podrán desarrollar los fabricantes de vehículos sin conductor sobre la base de unas reglas de juego determinadas por las leyes aplicables.
La realidad es que muchos de los beneficios que traerán estos vehículos no repercutirán sólo en quienes compren estos automóviles, también lo hará sobre toda la sociedad.
Un coche autónomo que no colisiona contra ningún otro vehículo y es capaz de preservar un historial impoluto sin accidentes, beneficia a su conductor, pero también a los demás que le rodean en las vías públicas. Del mismo modo, que quien viaje en un vehículo sin conductor, en lugar de tomar un tren, aumentará la congestión en carretera.
Por esas y otras razones, un sistema de financiación para la compra de coches sin conductor y una serie inteligente de tarifas de transporte público sostenidas con dinero público permitirían igualar costes y beneficios públicos y privados. De tal modo que haya garantías para que la incorporación de esta nueva movilidad encaje en las sociedades de manera ordenada y para que la adopción de esta tecnología sea eficiente.
Sin duda, la era del automóvil sin conductor está cerca en términos tecnológicos, pero las sociedades aún han de determinar qué modelo de transporte combinado saldrá de su implantación y por extensión de qué ciudades se está hablando.